Philippe Herreweghe
Cuando las misas, motetes y
otras composiciones pertenecientes a la liturgia ya contaban en el siglo
XVI, e incluso en etapas anteriores, con una larga tradición en el
mundo de la composición, las Lamentaciones de Jeremías se
incorporaban como novedad al repertorio sacro de la Europa del
Renacimiento. Aun siendo una novedad, los más insignes compositores
desde el siglo XVI comenzaron a levantar sobre el texto de Jeremías
algunos de los más importantes monumentos sonoros. Todas conformaron
auténticas colecciones de piezas musicales de una belleza
extraordinaria, sólo comparable a la misma naturaleza poética de los
textos bíblicos sobre los que se basan. Músicas que, en los días
centrales de la Semana de Pasión llenaron de lamentos, de música y
poesía los templos de toda Europa.
Orígenes e incorporación de las Lamentaciones al repertorio sacro.
Las primeras Lamentaciones
conocidas fueron compuestas por G. Dufay. El estudioso Samuel Rubio
señala al respecto que no lo hizo inicialmente con un motivo
estrictamente religioso "sino puramente profano y circunstancial: para
llorar la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453. Es el
mismo Dufay quien se da cuenta de su creación a Piero y Juan de Medicis,
en una carta cuya fecha es de 1456". El texto original contenido en la
Biblia, tras el Libro de Jeremías (Antiguo Testamento), se presentaba
como base ideal para la composición. Inicialmente las Lamentaciones es
una colección de cinco composiciones (cantos de dolor) que reflejan en
un tono difícilmente superable la destrucción de la Ciudad Santa y del
templo (hecho ocurrido hacia el año 587 a. de C.). Ingeniosamente, Dufay
comparaba la destrucción de Jerusalén con la caída de Constantinopla,
realidad que históricamente tuvo importantes repercusiones en la Europa
del momento.
A pesar de su origen profano, las Lamentaciones fueron
rápidamente incorporadas a la liturgia católica conformando uno de los
repertorios más importantes de música sacra católica. Esta incorporación
del texto original que cantaba la destrucción de Jerusalén fue
realizada y adaptada bajo el halo de una amplia simbología como la que
rodeaba al catolicismo del siglo XVI. Para ello, siguiendo la teología
de los profetas, se comparaba la destrucción de Jerusalén con un justo
castigo de Dios por los pecados cometidos. Pero este castigo en la
intención de Dios es un castigo purificador camino a la conversión y a
la verdadera fe. El castigo es duro pero detrás de él y de un seguro
arrepentimiento se encuentran los brazos abiertos de Dios para acoger de
nuevo a su pueblo.
Sin entrar en mayores disquisiciones teológicas,
parece clara la posible asociación con la destrucción del Templo de
Jersusalén, representado por la muerte de Cristo, templo de los
creyentes, el castigo, el arrepentimiento y el perdón divinos que pueden
asociarse con la resurrección y la misericordia de Dios. Dada la
naturaleza poética de estos lamentos, las Lamentaciones bíblicas
se convirtieron en un elemento central de los tres días fundamentales de
la Semana de la Pasión, y como terrible recordatorio de esta
destrucción del templo que significaba la muerte de Cristo.
Estructura del Libro y composición de las Lamentaciones
La estructura del libro de las Lamentaciones es
de cinco capítulos o cantos, siendo la última una de las más hermosas
en cuanto a la poesía: es la oración del sacerdote Jeremías (Incipit
Oratio). Las cinco lamentaciones comienzan compuestas a su vez por una
serie de versos encabezados por una serie de palabras cuya inicial
recuerdan las palabras del alfabeto hebreo: Alef - Beth - Guimel - Dalet
- He - Wau - Zain - Jet - Tet - Yod - Kaf - Lámed - Mem- Num - Sámec -
Ayin - Pe - Sade - Qof - Res - Sin - Tau.
El número de versos no es
idéntico en las cinco lamentaciones en las que se habla con exclusividad
de la destrucción, asedio, y desolación de la Jerusalén judía. Todas
poseen un tremendo tono desagarrador en el que se adivina la destrucción
de un reino ejemplificado a través de la destrucción de la ciudad.
Quizá lo más interesante y "mágico" es que la totalidad de las
lamentaciones están construidas conformando un acróstico, es decir, que
las primeras letras, medias o las últimas forman una palabra u oración
que a su vez son las que encabezan cada pasaje. Cuestión por otro lado
habitual en una parte de los escritos de tradición antigua en el Oriente
Medio.
Las Lamentaciones y su interpretación
La música construida
en torno a los lamentos de Jeremías se interpretaba con exclusividad los
Jueves, Viernes y Sábado Santos. De otra forma, era una música
reservada para su interpretación durante los días claves de la Semana
Santa. Inicialmente comenzó siendo un oficio matutino, es decir, que se
interpretaba al alba, antes del amanecer, cuando el día aún rayaba las
tinieblas. En el tránsito del siglo XVII al XVIII, cambiaron
sustancialmente. Éstos, los oficios o Lamentaciones, fueron
trasladados al caer la tarde con lo cual se adelantaban un día:
comenzaban el miércoles, para acabar el viernes. Los oficios compuestos
por M.A. Charpentier, ya responden a esta modificación.
Cada oficio
consistía en tres vigilias, cada vigilia en tres salmos con responsos y
lecturas. Siguiendo el modelo de las compuestas por Tomás Luis de Victoria en 1581, la primera interpretada el jueves en Feria V in Coena domini (en
la cena del Señor, Jueves Santo) estaba compuesta de tres lecciones,
tituladas respectivamente: Incipit Lamentatio, Vau, Et egressus est,
Jod, Manun suam. Las correspondientes al Viernes, in Feria VI in passione domini (la
pasión del Señor, Viernes Santo), también integrada por tres lecciones:
Het, Misericordiae, Lamed, Matribus, Aleph, Ego vir, Las
correspondientes al Sábado Santo eran similares: Heth, misericordiae,
Aleph, Quomodo sedet, y la lección tercera que Victoria intitula como
Incipit Oratio, u oración de Jeremías, que es la quinta y última de las
lamentaciones.
Las Lamentaciones alcanzan un rápido y esquemático
desarrollo en muy pocos años. Las antes mencionadas de Victoria reposan
sobre modelos de otras compuestas por maestros hispanos e italianos,
quizá las más famosas durante el siglo XVI. Las compuestas hacia 1564
por Cristóbal de Morales (de las cuales sólo las correspondientes al
oficio del Sábado Santo y la Oratio Jeremiae son suyas, las otras
pertenecen a Costanzo Festa) son una muestra de esta realidad. Todas
muestran una estructura similar, lo que nos permite afirmar la temprana
consolidación del género en la primera mitad del siglo XVI. Básicamente
siguen las fórmulas salmódicas en los que se refiere a los los esquemas
tonales. Las Lamentaciones de Morales conservadas en Toledo están basadas en un cantus firmus,
que camina de forma independiente del resto de las voces en el sentido
de que éstos rara vez toman de aquél algún motivo temático. El uso del cantus firmus sigue en cierto sentido la tradición compositiva hispana y más concretamente la toledana. No en vano, en las Lamentaciones los
melismas gregorianos estuvieron muy presentes. Podríamos incluso
señalar que fueron respetados (incluso en los siglos XVII-XVIII) por la
práctica totalidad de los maestros compositores.
La duración de las
mismas dependía del texto que cada autor introducía. De esta forma la
extensión en música y tiempo es muy variable de un autor a otro. Las
firmadas por Orlandus Lassus siguen la siguiente estructura:
Día 1º:
1:1-3 1:7-9 1:12-14
Día 2º: 2:8-10 2:13-15 3:1-9
Día 3º: 3:22-30 4:1-3
5:1-6
Maestros que entre su producción musical se encuentran Lamentaciones
Lo que podríamos denominar como género de Las Lamentaciones
fue tema común tratado por una parte importante de los mejores
polifonistas del Renacimiento. Podríamos hacer una lista muy extensa de
maestros que en sus repertorios contienen composiciones de este tipo,
pero para nos extendernos demasiado y hacer justicia haremos una breve
relación: Jacob Arcadelt, C. Festa (usadas en la
Capilla del Vaticano, junto a parte de las de Morales), el franco-flamenco Pierre de La Rue, el francés
Claudin de Sermisy, Thomas Tallis, y los italianos C. Gesualdo, P. Palestrina y G. Allegri. También son excepcionales por la calidad
técnicas las compuestas por Orlandus Lassus (1584, quizá las últimas
puramente polifónicas). No podemos tampoco olvidarnos de las Ludovico da Viadana, Nicolas Bernier, Lambert y Gilles. A ellas
tenemos que sumarles las de los dos compositores españoles anteriormente
mencionados, Victoria y Morales.
Durante los siglos XVII y XVIII dicho
género siguió gozando de importancia y arraigo en la traditio católica. No se concebía una Semana Santa sin unas Lamentaciones bien
interpretadas, a pesar de que, como señalan anecdóticamente algunos
manuscritos del Escorial fechados en 1746, algunos de sus intérpretes
las consideraban como "larguísimas" y obra propia de los maestros de
capilla. Lógicamente, éstas, aun conservando la forma, variaron en el
fondo y se adaptaron perfectamente a la estética musical del barroco.
Buenos ejemplos de las mismas las tenemos en las que compusieron los
fanceses Marc-Antoine Charpentier, François Couperin (1714) aunque sólo el
primer oficio y Michel-Richard Delalande (1730). En el caso español muy populares en su
momento por su belleza fueron las que compuso Fray José de Vaquedano.
Bibliografía de referencia:
Juan Luis Montaña Conchiña
Juan Luis Montaña Conchiña
Samuel Rubio: La polifonía clásica,, Madrid, 1956Samuel Rubio: Las melodías gregorianas de los libros corales del Monasterio del Escorial, Madrid, 1982, ISBN: 84-86161-01-0
Hernández, Luis O.S.A.: Música y culto divino en el Real Monasterio de El Escorial (1563-1837), T. I, Madrid, 1993, ISBN: 84-86161-33-9
Villanueva, C.: Las lamentaciones de Semana Santa de fray José de Vaquedano, Zaragoza, 1990.
Hola:
ResponderEliminarFantástica entrada. Enhorabuena.
Las Lamentaciones son uno de los géneros más impresionantes de todo el Renacimiento. Un formato que permitió algunas de las licencias expresivas más maravillosas de toda la historia de la música.
Hay grandes discos que así lo atestiguan, como ese de Herreweghe -que es una auténtica maravilla-, o uno del Huelgas Ensemble y Paul Van Nevel que es sencillamente indispendsable.
Un beso.