Francisco Guerrero (1528 - 1599)
Niño Dios d'amor herido
(Canciones y Villanescas Espirituales - Venecia, 1589).
La Colombina
- María Cristina Kiehr (Soprano)
- Claudio Cavina (Contratenor)
- Josep Benet (Tenor)
- Josep Cabré (Barítono)
- Director: Josep Benet
LETRA:
Niño Dios d'amor herido,
tan presto os enamoráis,
que apenas havéis nasçido
quando d'amores lloráis.
En esa mortal divisa,
nos mostráis bien el amar,
pues, siendo hijo de risa,
lo trocáis por el llorar.
La risa nos a cavido,
el llorar vos lo açeptáis,
y apenas havéis nasçido
quando d'amores lloráis.
Todo
el mundo sabe que Francisco Guerrero (1528 - 1599), forma junto con
Cristóbal de Morales (h. 1500 - 1553) y Tomás Luis de Victoria (1548 -
1611) la Santísima Trinidad de la polifonía religiosa española del Siglo
de Oro. Todos los libros que puedan hablar de ello, en cualquier
idioma, lo dicen. También sabemos que la obra de Guerrero tiende un
puente histórico entre las de su maestro, el también sevillano Morales
—cuando éste último se hallaba próximo a la cincuentena, Guerrero era un
adolescente— y el abulense Victoria —compositor cuya música se halla, a
veces, a las mismas puertas del primer barroco—.
Sin embargo,
Guerrero es el peor conocido de estos tres polifonistas y por ende, el
menos valorado. Y ello, cuando fue el más admirado de los músicos
españoles en la segunda mitad del siglo XVI.
La obra de Francisco
Guerrero abarca la práctica totalidad de los géneros de la música
religiosa y profana de su época. Su producción en lengua romance es
variada, e ilustra los logros expresivos alcanzados a mediados de la
centuria, traducidos en la armonización de texto y música.
De sus
años de juventud datan las obras de carácter madrigalesco, probablemente
interpretadas en los círculos cortesanos y en las academias sevillanas
de la segunda mitad del siglo XVI. Junto a ellas, y derivadas de las
obligaciones de su posición en la catedral de Sevilla, compone numerosas
chanzonetas destinadas a las principales festividades del ciclo
litúrgico anual. Sólo una escogida selección de las mismas,
«transformadas a lo divino», verá la luz tardíamente, cuando decida
imprimirlas en la colección "Canciones y Villanescas Espirituales"
(Venecia, 1589), aconsejado por sus amigos y movido por la corrupción
que éstas estaban sufriendo en su transmisión manuscrita.
Su obra
profana —la que conocemos, pues algunas piezas "anónimas" o atribuidas a
otros compositores del "Cancionero de Medinaceli" o en los "Libros de
música" de Alonso Mudarra son o pudieran ser de su autoría— es escasa.
El musicólogo Miguel Querol Gavaldá asegura que esta parcela de la
producción guerreriana consta de 34 piezas —certificadas—, de las cuales
sólo 20 fueron a parar, tras una posterior revisión, en la colección de
Villanescas.
En su Tesoro de la lengua castellana, publicado en
Madrid en 1611, Covarrubias dice: "las villanescas son canciones que
suelen cantar los villanos cuando están en solaz. Pero los cortesanos,
remedándolos, han compuesto a este modo y mensura cantarcillos alegres.
Ese mismo origen tiene los villancicos tan celebrados en las fiestas de
Navidad y Corpus Christi".
En Italia, país de origen del género, las
villanescas adquirieron los distintos nombres de villanelle,
villanesche, canzone villanesche o canzone alla villanesca. La
villanella —la más extendida de las denominaciones— significa
"campesina", y solía acompañarse de instrumentos.
Guerrero
compuso sus Villanescas en distintos periodos de su vida. Las que poseen
un texto originariamente profano fueron concebidas en su juventud,
cuando rondaba los veinte años de edad.
Después de viajar a Tierra
Santa en el verano de 1588 (las impresiones de esta travesía quedaron
impresas en su libro titulado "Viage a Jerusalem"), con sesenta y dos
años, Guerrero selecciona de entre aquellas piezas profanas de juventud
las más exquisitas o elevadas para transformar su contenido literario al
mundo de lo divino. El maestro sevillano decidió llevar estas músicas a
la imprenta porque, como afirma su contemporáneo Cristóbal Mosquera de
Figueroa: "andando de mano en mano, se iba con el tiempo perdiendo en
sus obras la fidelidad de su compostura, o no quedaba en ella más que el
nombre del autor".
De las sesenta y una piezas que componen las
Villanescas sólo veinte, como ya hemos adelantado, fueron concebidas por
Guerrero en sus primeros años como compositor. Dieciocho de ellas
fueron reconvertidas en sagradas y las dos restantes mantuvieron su
texto original, por tratar cuestiones morales. El resto, de las que sólo
se conoce versión sacra, fueron escritas por el artista en su última
madurez.
Fuente: Belarmo
Fuente: Belarmo
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